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Mostrando entradas de febrero, 2014

Un agregado más.

     Arrendas un apartamento en un humilde vecindario al sur de la ciudad, las deudas te quitan el sueño y el trabajo te roe vivo. Hace días que una pregunta ronda en tu cabeza: “¿Y todo esto para qué?” En casa, luego de hacer las veces de padre ejemplar, cuando al fin tienes la satisfacción de un momento solo, piensas: “los niños no tienen la culpa”, caminas de un lado a otro, te sientes confundido y te preguntas: “¿De dónde salió ese pensamiento?”. ¿Qué clase de padre piensa que tal vez sus hijos pueden ser culpables de alguna cosa? Ahora has resuelto  entrar en la boutique,  huele a cuero y a perfume. Hay vitrinas cerradas con llave donde objetos pequeños —billeteras, monederos— parecen cachorros acurrucados bajo luces dicroicas, y tres estanterías que llegan hasta el techo, repletas de bolsos. Te quedas mirando los anaqueles y sientes, de pronto, un enorme desánimo, porque sabes que, decidas lo que decidas, decidirás mal. Elegirás un bolso demasiado simple, o demasiado osc