Diario de campo Borderlands.




    Hace poco leí un artículo con mucho contenido social,  publicado por Michael Sheridam, Gerente binacional del proyecto Borderlands.  En el blog “CRS coffeelands Blog”, con un título muy sugestivo y donde se trataba una realidad cruda y desconcertante.  “¿Es el mercado estúpido?” se preguntaba Michael, una frase muy utilizada en la política Estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992. Y entre otras, hacía las siguientes reflexiones. Claro está con referencia a la situación de nuestros caficultores: 
1.      Los agricultores se comportan en su origen, según las señales que reciben del mercado.
2.      ¿Cuál es el panorama de los caficultores, si algunos  gurús del mercado manifiestan, que los pequeños agricultores que no están produciendo cafés de 85 puntos deben considerar otro tipo de trabajo?
3.      ¿Por qué aunque el mercado les diga a los caficultores que quiere Caturra, no les paga lo suficiente como para compensar el riesgo económico que ello supone ya que es una  variedad susceptible a la roya y otras enfermedades? 
Como ejemplo hablaba de un productor galardonado en Nariño, que habiendo ganado un sobreprecio significativo por la calidad de su café se inclinaba  por renunciar a la Caturra que le ha valido premios, porque en últimas no era rentable. Su café lo intercala con la coca.
    Ante este panorama se hacía esta reflexión: ¿Es la falta de organización de los agricultores en Nariño el resultado de su “cultura”, o es una cuestión de incentivos? Y los números que daba eran menos que alentadores. Sólo el 2 por ciento de los productores que habían respondido a la encuesta de línea base del proyecto reportó la venta de café en conjunto, y menos de 300 de las 38.000 familias cafetaleras de Nariño se organizan en única cooperativa Certificada de Comercio Justo en la región.
    Aunque desde una perspectiva distinta, mi experiencia como coordinador social del proyecto Borderlands en los municipios de Samaniego y Linares me estaba llevando casi que a la misma reflexión, aunque mi apreciación sobre los “incentivos” la hacía desde un concepto más afín con el trabajo social, que el de mercadeo – que también es, si se quiere, un trabajo social–. ¿El problema de falta de organización en nuestra geografía es cuestión de incentivos o cultural? Trataré de abordar el tema desde el campo de la cultura de la organización.
    Por lo general, el motor de toda organización es mejorar su calidad de vida a través de la obtención de algunos recursos. El éxito de las mismas depende de qué tan organizadas y preparadas estén para asumir un reto que podría consolidarlas o ascenderlas a un estadio más alto de la cadena a la que hacen parte.
    Una de las estrategias del proyecto para organizar las comunidades son los grupos de auto ahorro y préstamo; con ellos se comienza a tejer normas y hábitos que hacen posible comenzar a construir proyectos organizativos fuertes en su identidad y con objetivos comunes. Estos grupos no nacen de la noche a la mañana, son fruto de un trabajo de iglesia que lleva cerca de 16 años, realizado por la Pastoral social de Ipiales, que ha construido en las comunidades Grupos de Familia. Con ellos se han definido valores, sueños y se ha estructurado un plan de vida que en últimas es un plan de acción comunitaria. Nuestras asociaciones nacen de allí, de una estructura social fuerte que se consolida, a través del proyecto, en grupos de ahorro y con ellos apuntamos a su fortalecimiento de manera que les permitan convertirlos en empresas asociativas rurales con condiciones organizativas y competencias suficientes para mejorar  sus procesos organizacionales pero también de producción, beneficio, comercialización, participación e incidencia. Un reto grande pero no imposible.
    Este es un proceso claro para el proyecto, pero es más importante que sea claro para nuestros productores. Y sucede que a veces, ocupados en la meta, nos olvidamos del origen.  Cuando esto sucede, las organizaciones se quedan sin piso y en el camino, el desgaste comienza a mermar el entusiasmo y nubla el horizonte. Las organizaciones no serán exitosas si no tienen bases sólidas, las que en este caso ha construido la iglesia. Allí tratan de comprender el contexto del territorio y evolucionar organizadamente con él; esto genera cultura de identidad y unidad, de no ser así, organizaciones basadas en la inmediatez y la oportunidad frena nuevos procesos generando incredulidad y resistencia al trabajo coordinado y organizado.
    Con la idea de recordar nuestro proceso, pero también de generar la cultura del intercambio de saberes organizativos de nuestros líderes campesinos, el camino que hemos recorrido, nuestros pasos y nuestros tropiezos, realizamos el pasado 1 de mayo en Linares el “Primer encuentro de líderes Borderlands”. Un espacio dedicado a reconocer el trabajo comunitario, a nuestros líderes y afianzarnos en lo que nos queda por hacer.
    Fue un encuentro dedicado a la reflexión del camino andado desde nuestra visión de proyecto, con un espacio dedicado exclusivamente a crear una cultura organizativa de identidad. Basada más en el reconocimiento de nuestra idiosincrasia para desde allí apuntar al fortalecimiento del talento humano y la posibilidad de acceso al mercado en mejores condiciones.  Por azares del destino, se realizó en el transcurso del paro agrario nacional de este año. Participaron grupos de familia, grupos de ahorro y asociaciones. 

    Aquí, un cuento, un poema, una trova, una danza, un sainete, el almuerzo comunitario, todo estuvo relacionado con la experiencia de trabajar unidos. Se recordaron procesos truncados, líderes perdidos por la violencia o los años, logros comunitarios, la construcción de una vía, un acueducto veredal  y miramos con sorpresa, que al menos para esta zona,  era el primer encuentro de este tipo y celebramos la posibilidad de comenzar a re definirnos,  ya no como asociaciones aisladas.
Fue un espacio lúdico, que permitió  reconocer y afianzar el proceso que se está llevando con ellos, para recordar historias y anécdotas que se construyen con el día a día del proyecto y mirar nuestras posibilidades en conjunto.  Aquí algunas de sus coplas:

“Qué bonita la alianza pastoral
Que mueve nuestra fé
Y qué bueno que explican el cuidado del café”

“Que vivan los grupos de familia
También los grupos de ahorro
Sumando fé y sumando ahorro
Saldremos pronto del hoyo”

“Y esto dijo el armadillo
Sentado en una roca
Cuiden ese café
De esa malvada roya”

“También dijo el armadillo
Soportando el gran verano
Qué bueno que don Michael
Es un gran vegetariano”

Pero en un espacio algo más serio, las conclusiones del evento fueron:
1.      La cultura de la organización en Nariño siempre ha estado presente, en cada región han existido y existen verdaderos líderes que apuestan por el trabajo en equipo, asociaciones que en el anonimato trabajan por sus comunidades.
2.      En nuestro medio existen relaciones fuertes organizativamente pero sin resultados que mostrar en comercialización, la mayoría de ellas porque no tienen una plataforma de trabajo ni apoyo institucional.
3.      En general, la actitud de las organizaciones en nuestro medio no es la de comercializar en conjunto.
4.      Es necesario comenzar un proceso productivo sostenible encaminado a la comercialización, para ello nuestras organizaciones deben comenzar a participar de manera autónoma en ferias locales y regionales para adquirir experiencia pero también para darse a conocer en el territorio.
5.      Pese a la existencia en nuestro medio de cultivos ilícitos, la economía campesina lícita ha sido inteligente y ha sabido perdurar.
Al final, la consigna unánime de las organizaciones participantes fue que el evento debería institucionalizarse, crecer y fortalecerse para convocar nuevas organizaciones y concienciar en la importancia del trabajo en equipo como el medio más viable de desarrollo.


    Fruto de estas conclusiones y para volver realidad lo hablado, asociaciones campesinas del proyecto participaron el pasado 25 de julio en la feria campesina desarrollada en Samaniego. Allí comités de trabajo de las organizaciones comenzaron a hacerse visibles y operativas, ofrecieron su producto –café por supuesto– y sus derivados, degustaron con la comunidad una buena taza del mejor café de nuestra zona, realizaron ejercicios de catación y  motivaron a más campesinos a trabajar unidos. Se visibilizan como ejemplo de organización en nuestra región, para cambiar la cultura del trabajo individual por una cultura de organización social fuerte en la cual todos ganan. Comenzamos así a caminar un modelo de desarrollo organizativo que apunta a transformar nuestras asociaciones en empresas asociativas rurales, un reto difícil pero no imposible.

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