Ir al contenido principal

El desafío del silencio en Samaniego

           

        En Samaniego, como en cualquier ciudad de Colombia existe una “cultura del ruido” que habría que cambiar por la salud mental y física de todos, incluidos los animales.

    Hago esta reflexión a las 3:20 de la mañana, luego de que la discoteca de enfrente cerrara sus puertas y el estruendo de  motos y carros que parquean a la salida me ha levantado y seguramente a la mitad de la cuadra.

    Aquí es natural que a esta hora comience el desfile típico de los fiesteros de sábado y domingo que salen a compartir su ebriedad. Una camioneta se ha parqueado en la esquina del barrio y su dueño a decidido exhibir toda la potencia de sus parlantes. Un corrido de moda retumba en las paredes del vecindario.  

    Puede ser "cultural" escuchar el llamado a las novenas desde las 4 a.m. en navidad, los perifoneos de los locales comerciales de fin de año o la programación de los carnavales que difunde la alcaldía; pero siento que incluso en esas fechas, el exceso de  ruido es falta de empatía con la madre que finalmente pudo dormir a su bebé y debe aprovechar ese tiempo para adelantar otras actividades, con el vecino que lidia con una migraña y está pasando un mal día; con la persona ansiosa que necesita relajarse para calmar su estado de ánimo, con el perro que desespera a causa de la pólvora.  El ruido no da tregua y en festividades, menos.

    Todos los días, desde las 8 de la mañana, los perífoneos compiten por nuestra atención. Un carro con publicidad se va y en seguida llega otro con más, una moto acondicionada para que retumbe en las calles recorre el pueblo, un trancón enciende la furia de los choferes que se pegan al claxon. El ruido no para y está afectando los patrones de comportamiento sociales.

    Está comprobado que la exposición a altos niveles de ruido tiene consecuencias graves para la salud, puede provocar pérdida de audición, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, genera estrés, dificulta el aprendizaje, causa trastornos del sueño, ansiedad, depresión y cambios en el comportamiento llegando a conductas agresivas. Este ruido, que podría parecer inofensivo, está afectando nuestra salud mental y física de maneras que ni imaginamos.

    Hay momentos y lugares para todo, que queramos escuchar música en casa, en nuestra fiesta privada es una cosa, querer que toda la cuadra la escuche es otra y no es respetuoso. Dormir bien no es un privilegio, puede parecerlo, pero es una necesidad básica. El silencio está asociado al trabajo, al estudio, a la meditación y puede parecer aburrido para algunos, pero para otros es una condición  para vivir su vida con tranquilidad. Algunas personas consideran que exigir silencio tiene algo de clasismo y egocentrismo, yo considero que es un derecho que en Samaniego hemos perdido hace mucho.  

    Somos una sociedad ruidosa, desbordada, egoísta, nos hace falta más conciencia sobre la vida de los otros. Asumimos que nuestro cumpleaños es el de toda la cuadra, que cuando salimos de fiesta todos estamos enrumbados y se vale parquear el auto en cualquier esquina, a cualquier hora y escuchar música al mayor volumen posible. Con unos tragos encima nos creemos dueños del pueblo, de la cuadra, de la noche, de la madrugada. La verdad es que no todos celebramos la vida igual.

    Es importante que la nueva administración, con su respaldo popular y su compromiso de respeto a Samaniego, mire con la importancia del caso esta problemática. Necesitamos la creación de políticas públicas saludables que aborden el exceso de ruido, especialmente en las madrugadas. Esto conlleva mucho estudio, planificación y etapas. La primera de ellas, identificar la raíz del problema y sus causas, para luego comenzar a buscar respuestas de tipo cultural y normativas que permitan dar una solución adecuada. Talleres de sensibilización sobre la contaminación auditiva y sus efectos en la salud, cámaras para efectuar comparendos pedagógicos a los infractores en los lugares más afectados por el ruido o la expedición de decretos que prohíba escuchar audios que superen un determinado nivel de decibelios podría ser un comienzo. 

El ideal es que todos podamos vivir en un Samaniego más tranquilo y consciente, donde el derecho al silencio sea una realidad y no un deseo que no se hace escuchar. 

Comentarios

  1. Excelente reflexión. Importante que las autoridades si no escuchan al menos lean.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Reinos.

La reina tiene los ojos tristes, suspiros cautivos surcan su espejo, siente que la vida apaga su brillo que hurta la furia que arde en su pecho.   Sus ojos miel bañados en tristeza no perciben su propia hermosura.   Sueña con castillos  legendarios, jardines colgantes, como en Babilonia, tulipanes brotando en primavera y alfombras doradas adornando el invierno.   Sus pensamientos se desvían del palacio. ¿Hacia qué lejanía se dirigen? ¿Qué rincón olvidado del reino los reclama? ¿Qué tarde los desvió del camino real?   La reina anhela surcar el cielo azul, zambullirse en picada en el mar, sentir la arena cálida bajo sus pies y contemplar el ocaso desde un bote a la deriva.   Ella vence dragones con su sonrisa, desmantela fortalezas con su mirada  y derrite icebergs con su cuerpo desnudo. Es fuego sempiterno que arde,  un tornado que arrasa y se desvanece, una ola en furia que escapa al abrazo del mar. El rey lo sabe.   Él, es calma serena, una idea errante que deambula, un mirador en lo

Sevilla, entre calles de sueños y esperanzas

         ¡Sevilla, hermosa joya del sur de España! Conocerte fue más que un viaje, un regalo de la vida. Caminar maravillado tus encantadoras calles empedradas, laberínticas,   impregnadas de historia y misterio fue como un sueño hecho realidad. Recorrer tus callejones es adentrarse en el paraíso, cruzar un umbral mágico donde el tiempo parece haberse detenido para revelar los secretos que guardan celosamente tus adoquines. ¿Cuantas historias, romances e intrigas habrán florecido en tus hermosas calles? Noviembre será el recuerdo imborrable de un paseo en Sevilla y un callejón adoquinado del Barrio de Santa Cruz donde maduran los naranjos y los sueños.          Tu magia  no se limita a tus monumentos, plazuelas y veredas, sino a tu gente, hospitalaria y amable. Cada sonrisa, cada "Hola" pronunciado con ese acento encantador, me hizo sentir como si hubiese encontrado un hogar lejos de casa.           Desde las verdes montañas de mi terruño te echo de menos. En esta navidad