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Historia de un hombre.


    Un hombre emergió al mundo en un cálido verano
pero el invierno lo tomó por sorpresa a los nueve años
y el frío se anidó en su ser como un velo perpetuo.
Ese niño son mil niños cada día.

    De la infancia el hombre moldeó la brea como su primer arte,
con sus manos trazó cartas de amor en primavera
y secó las lágrimas que pulieron el brillo de su corazón.
El hombre son mil poetas ofreciendo sus manos con cada gesto.

    La soledad y el estudio revelaron en su alma la historia de la humanidad
y aterrado de tanto sufrimiento salió a la calle una tarde,
enarbolando como propias las iniquidades del mundo.
La juventud es un corazón que grita justicia, en primavera.

    Como un rayo que desgarra en la tormenta, irrumpió el amor en su ser
y el camino se llenó de huellas que al corazón extasiaron,
ofrendando sus sueños sin más reservas que su propia entrega.
La felicidad del hombre, rey o campesino, anida en la paz de su hogar.

    Más una tarde inefable, la imperfección del amor sobrevino en lo que más amaba
y todo lo erigido se desplomó, como un castillo de naipes,
con las ruinas de su ser trazó en soledad su camino
y del invierno más gélido forjó impávido su destino.

    Como ofrenda del destino, su labor tornó su espíritu en un nómada,
errante con sus glorias y penas a cuestas anduvo,
visitó capitales de reinos que sólo en sueños eran posibles,
y cruzó océanos tan vastos como su imaginación.
El hombre es un marinero que su barca impulsa con las tempestades que él mismo invoca.

    Convirtió con su arte los fríos números en ardientes letras
y volvió la poesía en generosa ofrenda a acompañar sus desvelos
más el otoño despojó su verde follaje, tiñendo de plata su agobiada sien
y a la espera de la última ola, enfurecidos ante la muerte de la luz, ardían sus ojos.


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