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Lobo.


Ajeno y diverso
recorro en soledad el horizonte,
errante, lejos de la manada,
buscando un rincón donde morar.

De furia y fuego hecho el corazón,
mi razón se posa sobre roca en quietud,
lamiendo en soledad mis heridas,
aullando mi esencia hacia la eternidad.


No sigo las huellas de las masas,
en la hora desolada encuentro mi paz,
cuando una fogata brilla a lo lejos
aguzo mis sentidos, buscando un solaz.


Valiente y humilde me enfrento al vasto mundo,
ermitaño, rebelde, despojado,
no sigo sus leyes que no comprendo,
sus placeres no me han cautivado.


A tientas, entre sombras, me deslizo,
la naturaleza cruda es mi cobijo,
tan seguro es mi refugio callado
que al llegar la noche, salvaje y sereno, me acuesto a su lado.


Entre la oscuridad y el silencio, hallé mi compañía más fiel:
la soledad, maestra que enseña el valor de ser uno mismo,
en ella florece mi ser.

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