Política y pueblo.

 


Debo decir para comenzar mi reflexión, que siempre me he considerado un “sin partido”, un demócrata independiente. Distante pero nunca ajeno a las situaciones políticas locales de mi pueblo. He participado eligiendo alcaldes y concejales hace tres administraciones y debo decir, siendo honesto, que he sentido a la luz de los hechos, que más de una vez he errado en mis decisiones. Como mi manera de participar en política es muy distinta a las costumbres de mi pueblo, casi nunca visito las sedes de los candidatos que apoyo. Ese ambiente resulta para mi indescifrable, la expresión “como mosca en leche” se ajusta perfectamente a mi sentir. Pero si visito las sedes en la Internet, allí me siento más en confianza, conozco a los candidatos y a sus seguidores, fisgoneo sus comentarios, escudriño en sus razones o en sus vísceras, todo depende de la nota y comprendo, un poco con horror, lo que significa para algunos tomar partido, hacerse notar, que se vea que defienden o atacan a sus candidatos, algunos –la mayoría– por interés, otros por convicción.

    De las redes sociales destaco el valor civil de quienes expresan sus opiniones y lo hacen con nombre propio. No entraré a juzgar los comentarios, cada quien obedece a sus razones o pasiones. Pero si debo decir que los candidatos y sus candidaturas son personajes públicos y como tal, no pueden aislarse de la opinión del pueblo. Aclaro que palabras de grueso calibre, insultos o comentarios mal intencionados desprestigian más a quienes los escriben que a quienes van dirigidos.

Pero es sano tomar posición y hacerlo con argumentos. Si la política es con el pueblo, lo justo es escucharlo y harto se ha hecho sentir en esta campaña. Las apreciaciones que ahora doy son personales y las digo haciendo uso de mi derecho a opinar libremente. Para hacerlas he debido responderme en principio estas preguntas:

    ¿Por qué se promueve el cambio en las campañas y todas tienen entre sus filas a viejos conocidos de la política local?

¿Es sano para nuestra democracia que nuevos líderes deban aliarse con quienes representan las viejas costumbres que ellos proponen cambiar?

¿Por qué cuesta tanto desentenderse del poder para quienes ya lo han tenido?

¿Qué creencias o costumbres políticas no dejan a nuestros líderes ser autónomos, creíbles, auténticos?

Gandhi es para mí un ejemplo de liderazgo moderno,  sus resultados siempre fueron más amplios que sus propuestas, abarcaron la abolición de las castas, la justicia social y la transformación de las estructuras económicas. Algo por lo que a pesar del tiempo y en otro contexto, deberíamos trabajar en nuestro territorio. Lo traigo aquí porque quiero tomar prestada una de sus frases para ir desarrollando mi idea. Lo cito: “Hay que vigilar a los ministros que no pueden hacer nada sin dinero y a aquellos que quieren hacerlo todo sólo con dinero”.

    Pues bien, hace poco escuché en tarima pública a algunos de nuestros políticos locales y a sus amigos del interior hablar de sus buenos oficios para que tal o cual obra se lleve a cabo, aunque algunas de ellas sean políticas de estado. Lo hacían para recordar sus favores. Unas por otras, aquí les votamos y aquí deben mostrar resultados. La mayoría de ellas resultaban ser obras de cemento. No estoy en contra de ellas, muy bueno que a nuestras veredas les mejoren las vías, canchas cubiertas, patios de secado. Pero me preocupa que no haya en ellas población que las disfrute porque no hay capital social; polideportivos desocupados por inseguridad, escuelas rurales vacías, bibliotecas sin lectores, etc. Un ejemplo, ¿Sabían que en la vereda Piedra Blanca la mayoría de los productores de café han emigrado a Ricaurte y Llorente a trabajar en cultivos ilícitos? Lo hacen movidos por la falta de oportunidades, aquí no hay trabajo ni propuestas de desarrollo rural. Las familias no contaron con mano de obra para la cosecha, el negocio del café no se compara con el de la coca y para colmo la vereda no tiene agua, no existen proyectos solidarios de diversificación o seguridad alimentaria, pero sí infraestructura deportiva.

    Nuestros políticos deberían dejar de mirar de reojo el trabajo comunitario pues en él está la base del verdadero progreso, es desde allí donde nacen las verdaderas propuestas que integran y potencian a una región. ¿Por qué no hacerlo? Es mejor que una sociedad sea participe del cambio proponiendo y no recibiendo. Pero el entregar y recibir es parte de la vieja política, la misma que nos volvió sumisos y terminó quitándonos la dignidad de hombres libres.

    Dijo Rouseau: "La igualdad no significa que todos tengamos la misma riqueza, sino que nadie sea tan rico como para poder comprar a otro ni que nadie sea tan pobre como para verse forzado a venderse". Pues bien, de seguro en elecciones todos nuestros campesinos que han emigrado por falta de oportunidad regresarán al pueblo a votar, para apoyar algún familiar que tiene un puesto provisional en la alcaldía o el hospital. Tanta es la pobreza que hay que venderse.

    Y así lo escucho casi a diario en cada esquina, en cada parque. Si hay quien se venda habrá del otro lado alguien tan rico que es capaz de comprar. Y aunque mucho tiene que ver la plata, me refiero es al poder. Por eso es tan difícil dejarlo, porque hacerlo implica soltar intereses, beneficios, egos. Así atornillándose en el poder, se puede jugar como un dios con el destino de un pueblo sumiso que se la pasa como empleado de una entidad a otra según el humor de su patrón. Y quienes hemos vivido aquí, hemos sentido muchas veces el alcance de ese poder, ejercido sobre algún familiar o conocido, también nuestros jóvenes líderes. Por eso cuesta tanto zafarse políticamente, es una especie de cordón umbilical que, aunque alguna vez nos mantuvo con vida, si no se deja, terminará ahogándonos. Hacerlo requiere de mucho valor, es mejor recibir beneficios que tener que buscarlos, por eso nuestros políticos son los mismos de siempre.

    Cuando la democracia renueva personas, pero no modelos desgastados, quien sufre las consecuencias es el pueblo. Venezuela es un claro ejemplo de lo que digo, eligió presidente por voluntad de su predecesor, sus ciudadanos no tienen la capacidad de tomar sus propias decisiones con libertad y siguen esnifando las cenizas de una revolución marchita.  Aquí pareciera que sucede igual, para aspirar a un cargo debemos tener la bendición de nuestros caciques políticos, no importa que el tiempo los haya desgastado, que ya no brillen como antes o que hace mucho hayan dejado de representar lo que ciegamente creen que representan. Entonces uno supone que los une un lazo de dependencia económica, lo que es aún más grave, porque ¿quién gobierna autónomamente con un puesto conseguido con pagarés?

    Escuchaba en la calle a un ciudadano honesto, como muchos de los que hay en el pueblo, decir que solo para el día de elecciones hay que tener mínimo CIEN MILLONES PESOS para transporte y comida “y eso por lo bajito”. Esa manera de entender el ejercicio de la democracia en época electoral hace mucho daño en nuestro pueblo, desalienta a gente capaz, pero sin recursos a participar políticamente desde una instancia diferente a la de ser elector.

    En esta campaña he visto a jóvenes   profesionales liarse con quienes representan el poder para escalar a nivel profesional. No considero que este mal, al final de cuentas están luchando por su futuro, pero es cierto que en últimas terminan volviéndose útiles a intereses que en lo fundamental no son los suyos. Los miro hacer sus aportes elegantes a las campañas con comentarios en las redes, movidos por su afán de un cargo aquí o allá mientras los de siempre alardean diciendo que los profesionales apoyan sus propuestas. Así terminan utilizados, peones de una burocracia que a la larga terminará hastiándolos, aunque plenos de dinero. Un profesional más seducido por la mermelada.

    También he visto propuestas frescas, independientes, románticas. Para algunas alcanzará, para otras no, pero queda en el aire ese fresco que da el sentir que quizá es posible construir desde la base que es el pueblo, proyectos de desarrollo ciudadano incluyentes, que pongan más esfuerzo en crear comunidades autónomas, con capacidad de gestión para dar solución a sus verdaderos problemas para que así las obras de cemento dejen de ser sus cadenas y sean pequeñas muestra de lo que pueden lograr organizados.

    Para terminar, es sorprendente ver como se encuentran alianzas que tiempo atrás habrían parecido imposibles. Dicen los entendidos que la política es cambiante, aquí se lo tomaron muy en serio.

Comentarios

  1. Lamentablemente la política en Colombia es totalmente corrupta, y esta en manos del pueblo cambiar la situación, sé que deben pasar muchas generaciones para que esto cambie, pero desde ya podemos aportar con el voto en blanco, como manifestación de que estamos cansados de los politiqueros tradicionales que solo buscan beneficios propios.

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